No cabe duda de que la familia es el núcleo primario de la sociedad. Es en este entorno donde se dan los primeros pasos del desarrollo humano: la familia es testigo del nacimiento del bebé, de los juegos y aprendizajes del niño, y del adolescente que, poco a poco, va desplegando sus alas hasta convertirse en un adulto y formar su propio “nido”.
No cabe duda de que la familia es el núcleo primario de la sociedad. Es en este entorno donde se dan los primeros pasos del desarrollo humano: la familia es testigo del nacimiento del bebé, de los juegos y aprendizajes del niño, y del adolescente que, poco a poco, va desplegando sus alas hasta convertirse en un adulto y formar su propio “nido”.
La familia no está exenta de cometer errores, ya sea por desconocimiento o por la influencia de factores externos. Estas situaciones, sean directas o indirectas, impactan la calidad y el tiempo de los vínculos con los hijos. Por ello, es fundamental fomentar espacios de comunicación donde los hijos puedan expresar abiertamente sus necesidades afectivas y, al mismo tiempo, los padres puedan desarrollar una escucha activa, empática y comprensiva.
Cuando los padres son capaces de reflexionar y modificar sus respuestas ante las necesidades de sus hijos, se genera un cambio positivo que promueve el bienestar de todos los miembros del sistema familiar.